La madera es un material clave para construir ciudades, pero obtenerla es un proceso que requiere mucho tiempo y trabajo. La mayoría de los leñadores no toman el hacha y se dirigen al bosque por su propia elección. Pero Eugenio sí. Él realmente disfruta de cosechar las riquezas del bosque.

Eugenio es un verdadero apasionado de su trabajo. Acepta con gusto tareas exigentes y se pone algo inquieto cuando no está físicamente exhausto de trabajar. Se rumorea que el extraño temperamento de Eugenio está muy relacionado con su igualmente extraño pasado.

Eugenio encara el combate con el mismo entusiasmo: su gran hacha es el terror de cualquier enemigo que se ponga en su camino.

Un hombre como Eugenio, quien trabaja duro y se comporta de forma impecable, siempre es bienvenido en cualquier Colonia. Es claro que le gusta el alcohol, pero solo lo consume en su tiempo libre. El único que tiene un problema con Eugenio es el herrero, ya que debe reemplazar sus hachas con bastante frecuencia.

Eugenio es bastante obstinado para elegir herramientas y no tiene interés alguno en probar alternativas más prácticas como las nuevas motosierras a vapor. Eugenio siempre elige primero las herramientas creadas por su compañero de tragos, Smith, cuyas hachas son las más duraderas y fáciles de manejar.

Hace varios años Eugenio sufrió un grave accidente que lo dejó con una extraña visión: comenzó a ver «espíritus malignos» en todas partes. La sensación de ansiedad constante finalmente lo terminó de enloquecer. Luchó contra esta visión demoníaca solo para descubrir más tarde que a quien había atacado no era otro que al Gobernador de la Colonia. Por esto fue expulsado hacia la tundra helada y tuvo la suerte de que lo salvara una caravana que se lo cruzó.

La Dra. Philly concluyó que la excesiva exposición de Eugenio a un cristal de fuego inestable había alterado su memoria y sus sentidos. Esto también lo volvió increíblemente fuerte e iracundo. Si bien Philly no logró encontrar una cura, sí descubrió una solución temporal: el trabajo manual extenuante evitaba las visiones.

Desde entonces, talar árboles ha sido su respuesta al problema de los «espíritus malignos» hasta poder encontrar una cura más permanente. Como segunda opción, si a Eugenio se le acaba la madera para trozar, trozar enemigos funciona igual de bien.

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