Los gélidos picos de Sathla se elevan de forma majestuosa sobre el helado norte lejano. En estas frías tierras se encuentra un reino despiadado, gobernado por la cacique Hervor.
Aquí no hay calefactores y menos aún ciudades. Solo existe la supervivencia: la supervivencia en profundas cavernas de invierno o fortalezas, lo cual era más fácil en mejores tiempos que ahora. Pero sus habitantes son fuertes. Siempre han enterrado a sus hermanos más débiles en tumbas de montaña, mucho antes del Gran Frío.
El cacicazgo de Sathla da credibilidad a ciertas leyendas sobre Hervor: que sus brazos son fuertes como robles, que sus gritos de combate pueden detonar avalanchas o que su piel puede resistir al acero. Pero claro que para poner a prueba cualquiera de ellas, sería necesario que alguien se atreviese a desafiar el reinado de Hervor.
El cacicazgo de Sathla se gana en cada generación mediante una extenuante serie de duelos en la arena. – El predecesor de Hervor, Hraesvelgr Matarreyes, gobernó durante un impactante medio siglo. Era tal la resistencia de Hraesvelgr que se asumía que tenía la protección activa de los ancestros o los dioses de la montaña, o que directamente era un semidiós. La gente comenzaba a preguntarse qué águila que pasaba volando sobre el valle sería quizás Hraesvelgr disfrazado. Su salón del trono estaba muy bien decorado con las cabezas y otras partes del cuerpo de quienes lo habían desafiado.
Hraesvelgr usaba el miedo como herramienta para avivar el fuego de su leyenda. Pero ni siquiera el miedo podría proteger a Hraesvelgr de Aquella que había sido profetizada y de su milagroso retorno de la muerte.
La profecía de la bruja se deslizó por el consejo tribal como una maldición: gemelos nacidos bajo la noche eterna un día beberían la sangre de un dios. La esposa de Hraesvelgr había dado a luz durante un eclipse lunar. Por más que le doliera, Hraesvelgr no podía ignorar cualquier amenaza a su poder. Pero, en vez de empuñar él mismo el cuchillo, permitió a la montaña hacer su trabajo.
Haciendo frente al frío y la soledad, Hervor de alguna forma logró sobrevivir. Pasaron los años y su suerte se convirtió en un recuerdo distante.
Los guardias del cacique dieron un paso al costado, asombrados, el día que Hervor, ahora adulta, llegó a reclamar el trono de Hraesvelgr. ¡Sin dudas esto debía ser la voluntad de los dioses!
La fiera batalla entre el padre invicto y la hija invencible se prolongó hasta el amanecer, cuando frente a todos los presentes, la hija de Hraesvelgr finalmente «bebió la sangre de un dios». El ruido de sus «alas» al quebrarse retumbó junto a un nuevo grito: ¡larga vida a la cacique Hervor!.
Hervor se convertía entonces en la reina más poderosa de la historia de Sathla. Más inteligente y astuta que su padre, Hervor sabía que algún día le llegaría a ella también el mismo destino que su padre, ya que hasta el roble más fuerte se marchita... a no ser, claro está, que eligiera el camino difícil de partir en busca de una fuente de fuerza más duradera.