La chica menuda de Oestermore no tiene el aspecto de ser uno de sus mayores genios de la mecánica, la más joven en jamás haber sido honrada con el título de Gran Artesana. Sin embargo, es en gran parte por su trabajo que Oestermore fue equipado con una variedad de armamentos modernos: la famosa torreta automática, el mecaguardia y las aeronaves sin piloto.
Si bien estos son excelentes inventos, no se comparan con el miniescudo personal de Gisela que intenta lograr para una persona lo que los grandes escudos logran para las ciudades: proteger a los oestermorianos contra espadas y fuego de mosquetes. El dispositivo está en fase de pruebas y aún no se considera «completamente estable».

Todo esto resulta aún más impresionante si consideramos el tamaño menudo de Gisela y el efecto de «fuente de la juventud» que transmite su rostro sin arrugas. Gisela preferiría que la tomen en serio en lugar de ser ignorada por tener el típico aspecto canoso de un Gran Artesano de Oestermore. La forma más rápida de ofender a Gisela es hablarle de forma condescendiente. Y se ofende con frecuencia.
La necesidad es la madre del ingenio y la necesidad de Gisela de ganarse más respeto la ha llevado a diseñar el mecabrazo. ¿Necesitas mover algunas toneladas de imprevisto? ¿Quieres moldear acero a golpes? Vence tus miedos y pregúntale a la chica de aspecto aterrador con los brazos grandes y brillantes. Gisela está lejos de ser una persona particularmente violenta. Quienes se toman la molestia de conocerla descubren un alma realmente bondadosa.

La verdad es que hay muchos motivos para que Gisela esté contenta con que la subestimen: ser subestimado por un enemigo es una gran ventaja.
Antes de que Gisela se convirtiera en Gran Artesana llegaron los malos tiempos. Los ejércitos de Faetón llegaron como una avalancha. Los artesanos, científicos e ingenieros de Oestermore fueron secuestrados. Gisela, que en ese momento se sintió afortunada de no ser considerada de importancia por los soldados de Faetón, quedó en libertad. Gran parte de la ciudad quedó bajo llave y Faetón optó por no desechar las armas que habían quedado apiladas cerca de sus puertas. Gisela puso manos a la obra de inmediato bajo el manto de la noche y comenzó a construir un ejército de torretas, distracciones y sorpresas para activarlo en el momento correcto. Luego, con el Cuerno de Oestermore en sus labios, Gisela atacó, superando a los guardias del campamento y armando de inmediato a los cautivos.
Faetón llegó preparado para una batalla campal, no para una guerra de guerrilla en calles extrañas. La fuerza de Faetón colapsó rápidamente y fueron expulsados y, en su retirada, dejaron tras sí su valioso equipamiento.

Hoy Oestermore es un lugar pacífico pero acechado no solo por Faetón sino por todo tipo de magia tecnológica que estén desarrollando los artesanos del futuro, como la leyenda de «Jack el saltarín» que últimamente ha estado aterrorizando y fascinando a la ciudad al pasar por encima de torres con un solo salto. La negación de Gisela a unirse a la investigación también ha generado todo tipo de rumores.
Ella tiene sus motivos. Su colega inventor Lloyd trabajó durante años en un exotraje mecánico para ayudar a su padre enfermo antes de finalmente acudir a Gisela en busca de ayuda. Ambos lograron construir la maravilla de la ingeniería con sorprendentemente pocos problemas. El mayor fue descubierto por Lloyd como conejillo de indias: el exotraje no respondía a los comandos del usuario una vez que realmente se ponía en funcionamiento. Es decir, cuando comenzaba a saltar.
Lloyd sobrevivió milagrosamente indemne cuando el traje se apagó. Las noticias del trozo de metal volador se esparcieron como reguero de pólvora, disparando los rumores en Oestermore. Gisela y Lloyd están felices de que aún poder conservar su secreto.

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